El cuento lo he adaptado para el Segundo
Ciclo de Educación Primaria, aunque se puede utilizar en los tres Ciclos, creo es más
adecuado en el Tercer Ciclo que en el Primero.
Aspectos que he cambiado:
Los regalos de la madre, he mantenido la
cantidad, pero no los objetos, excepto el anillo de boda, y he añadido una
carta en cada regalo. También he cambiado la forma en que la princesa los
recibe. En vez de recibirlos todos juntos, los recibirá en tres momentos
diferentes de su vida. Creo que le da más misterio a la historia y motiva a los
alumnos a que sigan la secuencia.
He añadido un lugar,
Maramiau, que me va ayudar a dar un final diferente al cuento.
Los regalos del padre de pedida. He cambiado
los tres vestidos por un regalo, el unicornio. He mantenido el regalo de boda,
el abrigo de todas clases de pieles.
He cambiado el desenlace, la princesa va a
huir en busca de Maramiau, en el
trayecto se cruzará con el Príncipe de Maramiau.
TODA CLASE DE PIELES
Existió
una vez un Reino en el que su
príncipe se casó con la mujer más
hermosa que existía en mil leguas a la redonda. Su cabello negro de ébano era
como un pedazo de noche en el que brillaban dos luceros y su boca rojo fuego
resaltaba en su blanca y sedosa piel. Tanto el príncipe como la princesa
estaban muy enamorados y eran inmensamente felices. El deseo de la pareja era
tener descendencia, pero pasaban los años y la princesa ya convertida en reina
no se quedaba embarazada. Lo que hacia
que dentro de su felicidad también estuvieran un poco tristes. Hasta que un
día, la hermosa reina se quedó
embarazada, dando a luz a una niña. Esto colmó de alegría a la Corte, que
aunque no era un varón para poder suceder al trono en un futuro, estaban igual
de contentos. Pero la Reina no se reponía del parto y el médico de Palacio le
dijo al rey que su esposa iba a morir. Ella sabía que no se iba a recuperar e
hizo llamar a su esposo, el rey y le hizo cumplir la promesa de que cuidara de su hija y que le diera todo el
amor que ella no iba a poder darle y que por favor dejara que su hija se casara por amor, y que
fuera tan feliz como habían sido ellos. También le entregó una caja, con tres
regalos en su interior, acompañados cada uno de una carta, para que le
entregara a su hija. El primero cuando
la niña cumpliera 10 años, el segundo cuando cumpliera 15 y el último, el día
de su 17 cumpleaños.
Cuando la reina murió, el rey era incapaz de
olvidar a su hermosa esposa y la felicidad y la luz que había habido siempre en
la Corte se desvaneció. Y así fueron pasando los años. El rey estaba tan triste
que no era capaz de dar todo el amor a su hija que un día había prometido. Y así llegó el décimo aniversario de la princesa y su padre le
entregó el primer regalo de su madre; un
retrato de su madre y una carta en la que le decía todo lo que la quería y que
perdonara a su padre si en estos años no le había demostrado todo su amor, pero
que estaba segura que la amaba incondicionalmente. Por otro lado, debido al
estado anímico del rey, el reinado estaba en decadencia y la única solución
para que volviera a su esplendor, era casar a su hija con el príncipe del
próspero reinado vecino. Los Consejeros del rey, le pusieron un ultimátum para
que casara a su hija, ya que el tiempo pasaba y
él no hacia nada al respecto.
El día que la Princesa cumplió 15 años, su padre le dio
el segundo regalo de la cajita. Una
llave de cobre con su carta correspondiente
donde su madre le explicaba que la
llave estaba ligada a sus orígenes, los cuales no conocían nadie en el Reino, ni siquiera su
padre y que la utilizara si en algún
momento de su vida necesitaba ayuda. Tal llave abría las puertas de Maramiau. Mientras
la princesa estaba leyendo la carta, su padre la observaba y vio que su hija ya
no era una niña y que ya tenía edad para contraer matrimonio. Aunque le dolía
tener que hacerlo, no tenía otra alternativa si quería salvar al reino que
casarla con el hijo del rey vecino. Cuando se lo dijo a su hija, ella se quedó
horrorizada y no estaba dispuesta a aceptarlo. Un año antes de su 17
aniversario, el príncipe, le pidió matrimonio, entonces la princesa como regalo de pedida quiso que le regalaran un
Unicornio, con el único motivo de que la boda no tuviera lugar. Pero para
sorpresa de ella en escasos tres meses tenía a la puerta de Palacio un caballo
blanco con patas de antílope, barba de chivo y un cuerno en su frente. ¡El
Unicornio! Se tendría que casar con él, entonces como último recurso le dijo a
su padre que quería como regalo de bodas un abrigo hecho de todas clases de
pieles de animales que existieran en el mundo. Y a dos semanas de la ceremonia
el Rey entregó a su hija el extraño
abrigo.
Esa misma noche, la Princesa se puso el
abrigo, montó en su unicornio y fue en busca de Maramiau. La pobre niña iba sin
rumbo por el bosque, pues no sabía muy bien
que dirección es la que tenía que tomar, pero tenía claro que tenía que
huir. Por el día se escondía, ella y el unicornio, con ayuda del vasto abrigo y
por la noche cabalgaba sin descansar. Una de las veces que se acercaron a la
orilla del río a beber agua, un apuesto joven los vio, al principio se asustó, he
intentó atacarles, entonces la princesa le gritó que por favor no les hiciera daño. El joven, asombrado, le
preguntó a la princesa que quién era y qué es lo que hacia ella sola en el
bosque. La futura reina, ocultando su auténtica identidad, le contó que se
había quedado huérfana e iba en busca de su familia que estaba en Maramiau. El
príncipe, que era el hijo del rey de Maramiau, recogió a la muchacha, la llevó
a su palacio y le dio trabajo como ayudante de la doncella encargada de
acomodar sus aposentos. Y así al mismo tiempo podría encontrar a sus orígenes.
En palacio, esos días se iba a celebrar la fiesta de primavera, donde se daban
cita lo más granado de la nobleza, en palacio para dar la bienvenida a la nueva
estación. La princesa que nunca había estado en ninguna de esas fiestas, debido
a la tristeza que siempre había habido en su corte. Le pidió a la doncella que
por favor la dejara asistir al baile, además podía aprovechar el evento para ver si
conocía alguien de su familia entre los asistentes. Y aunque había mucho
trabajo, la doncella al final le dio permiso con la condición de que antes de
las diez de la noche tenía que volver a su trabajo porque había que preparar la
alcoba del príncipe antes de que se fuera a dormir. La princesa, se quitó su
abrigo, descubrió su cara y desplegó su extensa y hermosa melena. Mientras bajaba
las escaleras hacia el salón de baile, todas las miradas fueron para ella. Su
gran belleza heredada de su madre dejó deslumbrados a todos los presentes. El
príncipe estuvo bailando con ella toda la tarde. Cuando el futuro rey se retiró
a su aposentos, encontró debajo de su almohada una fotografía que tenía gran
parecido con la enigmática mujer con la que había bailado toda la tarde. Llamó
a su doncella y preguntó quién había hecho hoy su cama y la doncella le dijo
que había sido ella. Al día siguiente, la historia se repitió y el príncipe
cuando se retiró a dormir, encontró una llave de bronce debajo de unas
de sus almohadas. Volvió a llamar a su doncella y le volvió a preguntar quien
había hecho su cama y ella al igual que
el día anterior le respondió que había sido ella. Al mismo tiempo, los soldados del padre
de la princesa, estaban buscándola sin cesar ya que su reino estaba en una gran
crisis y el rey tenía que casar a su hija. La princesa se encontraba en los
jardines traseros del palacio destendiendo las sábanas del príncipe, cuando los
soldados la vieron y la raptaron sin que nadie en palacio se diera cuenta y se
la llevaron a su reino.
Y el día de la Ceremonia llegó, antes de la
celebración el rey le entregó a su hija el tercer y último regalo que su esposa
le había dado en su lecho de muerte, por su 17 cumpleaños. El regalo era un
anillo de bodas con una carta en la que decía que tenía que casarse por amor
porque sería la única forma de ser feliz ella y hacer feliz al Reino y que su
padre tenía que obedecer a tal deseo. La princesa no entraba de gozo cuando
la leyó pues su madre la había liberado
de tal sufrimiento. El rey aunque sintió una gran frustración no le quedó más
remedio que acatar las palabras de su fallecida esposa. Cuando estaba a punto
de anunciar la suspensión de la boda entró
por las puertas del palacio el unicornio que había regalado a su hija y
encima de él, el príncipe de Maramiau y una hermosa mujer que no conocía pero
que tenía un gran parecido con su esposa y su hija. La princesa, se sonrojó al
verle, pues el príncipe había descubierto quien era realmente. Él alzó la voz y dijo al rey: “Majestad aquí os
traigo la hermana pequeña de vuestra esposa fallecida dispuesta a contraer
matrimonio con el rey, y al mismo tiempo quiero pedirle la mano de su hija” Y así es como ese día, en
vez de suspenderse una boda en la Corte, se celebraron dos. Y el Reino volvió a
la felicidad y a la prosperidad de hace años.
Ahora está perfecto.
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